lunes, 28 de octubre de 2013

Horacio Castillo





















Generación

Animales de carne y hueso, con un poco de luz irremediable en los ojos,
a veces nos creíamos criaturas heroicas
y corríamos a las plazas. Escuchábamos
bellísimas palabras, las voces se otorgaban idéntico calor
y sentíamos el placer de la acción.
Pero luego, entre ruinas, comiendo el pan del sobreviviente,
comprendíamos. Y al salir el sol,
mientras los escarabajos emergían de las piedras,
avivábamos el fuego para ahuyentar la peste
y llorábamos por la siguiente generación.

Fuente: Materia acre, Horacio Castillo, Carmina, Buenos Aires, 1974.


Al pie de la letra

Ciudadanos: he sido probo. Escrupulosamente hice
lo que la ley no prohíbe y no hice lo que prohíbe,
de tal manera que podéis considerarme un hijo dilecto,
uno más de los que cerraron su oído al motín, el corazón a la aventura.
Cada vez que la ciudad dijo sí, dijeron sí mis labios,
y dije no cada vez que la ciudad dijo no.
¿Quién me ha visto discrepando en las asambleas?
¿Quién conoce la naturaleza de mi causa?
¿Quién se agravia del pro o el contra?
Nadie puede levantar un dedo contra mí,
nadie ofrecer prueba, dar testimonio, torcer hechos, proferir injuria,
y quien lo hiciere atraería sobre su temeridad unánime sanción,
porque nadie, ciudadanos, me conoce como vosotros,
y nadie como vosotros sabe que he cumplido al pie de la letra
ahorrando a la ciudad un verdugo, al porvenir un héroe.

Fuente: Tuerto rey, Horacio Castillo, Carmina, Buenos Aires, 1982.


Para ser recitado en la barca de Caronte

El paisaje es más hermoso de lo que habíamos imaginado:
estas murallas que caen a pico sobre nosotros,
aquel sol negro descendiendo sobre la laguna,
allá, a estribor, un arco iris que refracta la niebla.
Pero esta moneda de hierro entre los dientes,
este óbolo que debemos morder hasta el término del viaje,
cierra la boca que desea cantar.
Cantar para estas almas tristes sentadas en el banco,
mientras el cómitre marca con el látigo el compás,
mientras ordena remar sin interrupción,
cada vez más fuerte, cada vez más rápido, más lejos de la luz.

Fuente: Tuerto rey, Horacio Castillo, Carmina, Buenos Aires, 1982.


Croar del alma

Cuando mi alma, como una rana, salte a la nada,
la oirán croar, croar toda la noche,
croar arriba y abajo, al este y al oeste,
hasta que el ojo monótono de la luna llore en los pantanos,
hasta que cese el espanto y empiece la eternidad.

Fuente: Tuerto rey, Horacio Castillo, Carmina, Buenos Aires, 1982.


Dice Eurídice

La ansiedad me dominó, y luego la inquietud, cuando supe que venías:
horror de que me vieras así, con este tocado de sombra,
el pelo sin brillo –el pelo, que el sol no se cansaba de dorar.
Terror también de que no fueras el mismo –el que permanecía en mi memoria–
y al mismo tiempo curiosidad por ver de nuevo un ser vivo.
Hace tanto que nadie venía por aquí,
tanto que nadie se llevaba un alma o un perro,
que cuando oí tus pasos y tu voz llamándome,
cuando por fin te estreché, más que a ti estaba abrazando a la vida.
Después tu calor me condensó, me secó como una vasija,
y caminé por el sombrío corredor
otra vez con aquella máquina atronadora dentro del pecho
y un carbón encendido en medio de las piernas.
Caminé de tu brazo, imaginando ya la luz,
los árboles junto a los cuales caminábamos,
aquella habitación llena de espejos
donde flotábamos como dos ahogados.
Hasta que de pronto tu paso se hizo nervioso,
tu pensamiento se espantó como un caballo,
y vi que tratabas de desprenderte de mí,
de librarte de la trampa de la materia mortal.
"No te vayas –supliqué– no me dejes aquí,
déjame ver de nuevo las nubes y el sol,
suéltame por el mundo como una potranca tracia."
Pero tú ya corrías hacia la salida,
y durante siete días y siete noches oí cómo llorabas,
cómo cantabas en la ribera del río infernal
nuestra vieja canción: "Lo lejano, sólo lo más lejano perdura."

Fuente: Alaska, Horacio Castillo, Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 1993.


Visita al maestro

Llueve sobre colinas y jardines.
Allá, junto a la ventana, está el fuego.
Hablar o callar ¿qué es lo mejor?
Preguntar o responder ¿qué es lo peor?
Llueve sobre colinas y jardines,
el agua salmodia en la penumbra.
¿También el callar es un hablar?
¿También el hablar es un callar?
Llueve sobre colinas y jardines.
Un caballo negro viene como volando.
¿La respuesta es entonces la pregunta?
¿La pregunta es entonces la respuesta?
Llueve sobre colinas y jardines.
El silencio del cuarto es el silencio del mundo.

Fuente: Alaska, Horacio Castillo, Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 1993.


La ciudad del sol

Expulsados de la ciudad bajo el cargo de fabuladores,
vamos de un lado al otro, durmiendo ya en cuevas,
ya a la intemperie, y alimentándonos de hierbas y raíces
o con la miel de algún panal hallado fortuitamente.
Han venido con nosotros las mujeres y los niños,
y cuando nos reunimos junto al fuego del atardecer,
sus ojos se vuelven una y otra vez hacia las murallas:
después de todo, allí pasamos parte de nuestra vida.
Pero lo exigía la razón. ¿Cómo podían soportar
que llamáramos a la piedra río, al árbol estrella?
¿Cómo podían soportar que llamáramos al pájaro magnolia?
Lo exigía la razón. Y ahora, desde aquí,
vemos con tristeza las anchas puertas de bronce,
las altísimas torres doradas por el sol;
y cuando entran o salen las caravanas
los mercaderes describen las mesas y vasos de oro,
los magníficos altares cubiertos de ofrendas,
las armas que colman todos los recintos
y que en el próximo milenio, dicen, incendiarán el cielo.
Lo exigía la razón. Y ahora, como una horda,
vamos de un lado al otro balbuceando nuestra lengua,
hablando el dialecto de una ciudad perdida
que ya nadie comprende. ¿Cómo podían soportar
que llamáramos al fuego pez, al agua paloma?
¿Cómo podían soportar que llamáramos a la rosa destino,
ellos, los que creen que las bellotas son bellotas?

Fuente: Alaska, Horacio Castillo, Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 1993.


Los gatos de la Acrópolis

Cómo tiembla la rama de laurel, cómo tiembla toda la morada.
Pero al pie de la columna, a la sombra del mármol,
ellos vigilan. ¿Duermen o sueñan? ¿Están vivos o muertos?
Lejos todo lo miserable: el gran Roedor,
el poder que desgasta la materia del mundo,
lejos lo que quita el sueño, la peste de lo que es.
Cómo tiembla la rama de laurel, cómo tiembla toda la morada.
Pero estáticos, perpendiculares al día,
ellos vigilan. ¿Son momias o espectros? ¿Dioses o demonios?
Y eras tú, Matador de Ratas, siempre bello y siempre joven,
tú que sólo te muestras al que es bueno.
Y eras tú, Matador de Ratas, pero no te veíamos,
tú que sólo te muestras al que es puro.
Lejos todo lo miserable, lejos
la alimaña del corazón, la degradación de la belleza,
lejos el diente de la nada, el embrión de lo que no es.
Tiembla nuevamente la rama de laurel, se estremece toda la morada.
Pero ellos vigilan. Y se detiene el proceso de corrupción.
Te veremos, Matador de Ratas, te veremos y no seremos despreciados.

Fuente: Los gatos de la Acrópolis, Horacio Castillo, Ediciones del Copista, Córdoba, 1998.


Epitafio

Ni la rosa perfecta ni el laurel público:
nardo y albahaca, anís, lavanda, nuez moscada,
y que el aire del alba esparciendo su aroma
avise al peregrino: Éste vivió.

Fuente: Los gatos de la Acrópolis, Horacio Castillo, Ediciones del Copista, Córdoba, 1998.

Horacio Castillo nació en Ensenada, Provincia de Buenos Aires, el 28 de mayo de 1934. Desde muy joven se radicó en La Plata, ciudad donde falleció el 5 de julio de 2010. Fue poeta, crítico, ensayista, traductor, abogado, periodista y miembro de número de la Academia Argentina de Letras y correspondiente de la Real Academia Española. Publicó los siguientes libros de poesía: Descripción (1971); Materia acre (1974); Tuerto rey (1982); Alaska (1993); Los gatos de la Acrópolis (1998); Cendra (2000); Música de la víctima y otros poemas (2003) y Mandala (2005). Su obra poética fue reunida, además, en varios volúmenes, entre ellos: La casa del ahorcado/ 1974-1999 (1999) y Por un poco más de luz/ 1974-2005 (2005). Como traductor de poesía griega publicó: Epigramas de Calímaco (1979); Poemas de Odysseas Elytis (1982); María la Nube de Odysseas Elytis, en colaboración con Nina Alghelidis (1986); Romiosini  y otros poemas, de Yannis Ritsos (1988); Poesía griega moderna (1997);  Elegías de Oxópetra de Odysseas Elytis, en colaboración con Nina Anghelidis (1999); Seis poetas griegos (2000); Poesía de Takis Varvitsiotis (2001) y Raíces en el tiempo, de Spiros Vergos (2001). Algunos de sus ensayos publicados son: Darío y Rojas / Una relación fraternal (2002), La luz cicládica y otros temas griegos (2004) y Sarmiento poeta (2007). Casi en coincidencia con su muerte, apareció Colectánea (2010), libro que reúne textos de diversa índole. Entre los premios nacionales recibidos figuran: Premio de la Subsecretaría de Cultura de la Nación (1972); Premio Nacional  –Región Buenos Aires– (1978); Primer Premio Fondo Nacional de las Artes por traducción literaria (1988); Premio Konex - Diploma al Mérito (1993) y Premio Municipal de la Municipalidad de La Plata (1995). En 2001 fue designado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de La Plata. La poesía de Horacio Castillo ha sido objeto de valiosos estudios y ha recibido unánimes elogios de la crítica. Así, para Mario Goloboff, el autor es “uno de los más grandes poetas que han dado nuestras letras”, mientras que Sandra Cornejo no vacila en afirmar que se trata del “máximo exponente de la poesía hispanoamericana actual”.

Foto: Vicente Aleixandre y Horacio Castillo en Madrid, 1959. Fuente: Colectánea, Horacio Castillo, Ediciones Al Margen, La Plata, 2010.

jueves, 17 de octubre de 2013

Saúl Yurkievich

























Pesadilla

Planillas presentadas fuera de plazo
¿trajo fotografías?
no puedo darle curso
olvidó el estampillado
llene una solicitud
corresponde multarlo
multarélo
¿multaráme?
múltolo
no me multe
lo multé

Fuente: Ciruela la loculira, Saúl Yurkievich, Ediciones del Asterisco, La Plata, 1965.


Revolución

a Emilio Pernas

Las sillas se sentarán sobre nosotros
las perchas se nos colgarán
los pisos habrán de arrastrarnos
seremos empujados por la puertas
pateados por las pelotas
tirados por las barajas
arrugados por los papeles
mojados por los pañuelos
encendidos por los fósforos
disueltos por los azúcares
revueltos por las cucharas
bebidos por el agua
y no será más que justicia.

Fuente: Ciruela la loculira, Saúl Yurkievich, Ediciones del Asterisco, La Plata, 1965.


Autocrítica
Fragmentos

Soy un escritor deleznable
pienso en la literatura
soy un pequeño burgués
las directivas
no puedo obedecer
lo intento pero me salen
esos diablos traviesos
y pierdo la seriedad
quiero cantar al pueblo
pero me entrampan fantasmagorías
me desbaratan
no puedo ser marcial
las palabras se ponen a piruetear
me sacan la lengua malditas
me tiran de las orejas
me desafían me disuaden me desvían
y termino por seguirlas
en sus contorsiones y cabriolas
qué mezquindad
no puedo ser épico
cuando pretendo exaltar
la guerra de liberación
siempre me aparto del tema
(...)
qué voy a hacer
soy un caso perdido
escribo cosas inútiles
en vez de colaborar fantaseo
no merezco consideración
para elogiar no sirvo
condeno sin convicción
distraigo divierto complico
las verdades
de la revolución
no es tiempo de jugueteos
camarada comisario
de escritor a escribiente
pido que me degraden
en una oficina oscura
de cualquier ministerio
llenaré sobre ajados escritorios
las planillas de gastos
no merezco publicar
(...)

Fuente: Rimbomba, Saúl Yurkievich, Ediciones Peralta, Madrid, 1978.


Esbozo

Confundes la belleza con el estremecimiento:
lo que porta con lo que aporta.

Es –dices– la trémula singularidad,
luego la gracia, el no sé qué,
el modo o la manera de,
lo muy poco y lo muy mucho,
la nada o el colmo; depende –dices.

No lo sublime, no precisamente;
más bien, en lo admirable, lo mirable.
(¿Suprimes lo sublime?: lo subsumes.)

Cosa de afectos y de efectos –dices–
efectos de los afectos, afectos de los efectos: remolino.

El dolor se fija en una forma,
en su figura queda suspendido
y se transfigura: deleita.

La figura: nube
a la vez visible e intangible.

¿Y lo informe? ¿Y lo feo?
Efectos de lo real –dices– de la razón insuficiente.

Pero la bella totalidad se deshace,
las palabras tienden vínculos inciertos,
el ser se separa de la idea,
se sabe sin saber.

Soy lo que soy –dices–
soy lo que no soy
no soy lo que soy
no soy lo que no soy: vértigo.

Eso no tiene nombre
(ningún eso lo tiene)
se da, se hace, transcurre, opera.

Apariciones son: apariencias
(pases, poses, posturas, imposturas)
pizcas de existencia
(ninguno, nadie, nunca, nada)
modos de ser: del ser: paradojas
por las que toda substancia
(todo lo substancial)
se extenúa: melancolía,
borratina: quizá sea así el mal,
el sinsentido como amenaza.

Otra voz, no la propia, cuando alcanza,
no poseída: posesa, llega.

Otra voz, pero de quién, de dónde.
Sublime, quizá, mas insumisa: ¿ignota?
sin mandamiento: relámpago.

Un momento el pandemonio esplende,
genera su sentido en la distancia
y la voz se ve.

(Como privada de expresión,
viéndose en el verse,
la voz se ve.)

Fuente: Vaivén, Saúl Yurkievich, UNAM, México, 1996.


Contar por sobresaltos

No medir,
contar el tiempo.
¿Cómo contar tu tiempo?
Por lo que acontece
distintamente
por eras personales
según vivas
dicha o dolor
–lo que en ti se destaque
agudamente
o se confunda en el corrimiento–
lo que te corroe
lo que te corrobora.
Contar por sobresaltos
o por sucesión
por prelaturas de celebrantes
de las sacerdotisas
en el santuario de Hera
cerca de Argos
o por genealogías
más y más vagas
a medida que remontan
en edad
o por hazañas de los héroes epónimos
por exterminación de las razas de hierro
por nacimientos señeros
o por las violaciones
que los dioses consuman con mortales
para generar distinta descendencia
tribus nacidas de mezcla.
Contar por capas de leño
o por las alternativas de tu carne
sus flaquezas
por las pérdidas que marcan tus días
por rememoraciones
por ese mismo sueño
que a través de variantes
en tu muñón perdura.

Fuente: Sueño del ojo y del espejo, Saúl Yurkievich, Galería Estampa, Madrid, 2002.


Ladra lo crudo

ese perro ladra de noche
ese perro ladra sin parar
     
no aúlla ni rabia
no ladra por circunstancia
ladra por condición
     
¿es el ladrido su pesadumbre?
ladra su fundamento
sus húmeros ladran sus lagrimales su páncreas
ladra lo latente
la cifra de su substancia
lo carnal ladra en él
lo desolado
ladra lo crudo
ladra su atónito desamparo
la vaga vasta amenaza
ladra por todo lo hostil
     
de noche ladra contra lo oscuro
que lo traspasa
contra lo desalmado
ladra.    
Por igual
como perro de noche
por parecido desamparo
ante mí
llora mi amigo Ken
trata de contener su congoja
y desespera
convulso el llanto estalla
impúdico
allende toda urbanidad
el llanto lo rebasa
     
el cúmulo negro lo abruma
se desmorona su morada
su lengua se deshila
todo se agarrota
el sinsentido lo cerca
lo vacante lo anonada

 mi amigo Ken
ya no puede tenerse en pie
estremecedoramente
como perro que ladra de noche
por compulsión
estalla en llanto.
     
Hay que vivir –le digo.
La vida es un don.
  No obstante.
A pesar del pesar.
Es duro, pasmoso, insoportable don.

Fuente: Sueño del ojo y del espejo, Saúl Yurkievich, Galería Estampa, Madrid, 2002.

Saúl Yurkievich nació en La Plata en 1931 y murió en Caumont-sur-Durance, Francia, en 2005. Fue poeta, narrador, crítico, ensayista y docente. En La Plata estudió Letras en la Universidad pública y escribió una tesis sobre Guillaume Apollinaire, que publicó como Modernidad de Apollinaire en 1968. En esta ciudad, además, dio a conocer Realidad y poesía: Huidobro, Vallejo y Neruda. Caracterización de la poesía contemporánea (ensayo, sin mención de editor, 1960), Ciruela la loculira (poesía, Ediciones del Asterisco, 1965) y Berenjenal y merodeo (poesía, Ediciones del Asterisco, 1966). En 1948, también en La Plata, conoció a Juan Ramón Jiménez. El hecho tuvo lugar durante una lectura de poesía del poeta español, a raíz de la cual se sintió impulsado a escribir sus primeros poemas. "Fui fascinado por su rostro pálido y enjuto. (...) Me pareció la ideal encarnación del poeta”, confesó, casi al final de su vida. A partir de 1966 vivió en Francia, donde fue profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de París VIII Vincennes-Saint-Denis. Asimismo, dictó clases, cursos y conferencias en numerosas instituciones de enseñanza superior de América y Europa. En París conoció a Julio Cortázar y escribió uno de los más interesantes trabajos críticos sobre su obra: Julio Cortázar: mundos y modos (1994). También fue amigo y albacea del autor de “Rayuela”. Justamente, estaba preparando la edición en nueve tomos de sus obras éditas e inéditas para la editorial española Galaxia Gutenberg cuando lo sorprendió la muerte. Además de los libros ya mencionados, publicó, entre otros: Valoración de Vallejo (ensayo, 1958), Volanda Linde Lumbre (poesía, 1961), Cuerpos (poesía, 1965), Fricciones (poesía, 1969), Fundadores de la nueva poesía americana: Vallejo, Huidobro, Borges, Neruda, Paz (ensayo, 1971), Retener sin detener (poesía, 1973), Poesía hispanoamericana 1960-1970 (ensayo, 1976), La confabulación con la palabra (ensayo, 1978), Rimbomba (poesía, 1978), Envers (poesía, edición bilingüe, español / francés, 1980), Acaso acoso (poesía, 1982), A través de la trama. Sobre vanguardias literarias y otras concomitancias (ensayo, 1984), De plenos y de vanos (poesía, 1984),Trampantojos (relatos, 1986), Identidad cultural de Iberoamérica en su literatura (ensayo, 1987), El trasver (poesía, 1988), A imagen y semejanza (relatos, 1992), El cristal y la llama (ensayo, 1994), Vaivén (poesía, 1996), La movediza modernidad (ensayo, 1996), Suma crítica (ensayo, 1997), El huésped perplejo (poesía, con dibujos de Julio Silva, 2001), Sueño del ojo y del espejo (poesía, ilustrado por Jorge García Pfretzschmer, 2002), Del arte verbal (ensayo, 2002) y Background noise / Ruido de fondo (poesía, edición bilingüe, español / inglés, 2003). Desde muy joven, Yurkievich se sintió atraído por la literatura latinoamericana de vanguardia y escribió numerosos y esclarecedores ensayos al respecto. Consecuentemente, su creación poética estuvo dirigida a la experimentación formal y la búsqueda de un lenguaje innovador, pero sin descuidar el aspecto semántico y siempre apoyándose en un tono reflexivo. Sobre la convivencia del crítico y el poeta, señaló Nicanor Vélez: “Hay voces que son puentes y cuando dejan de serlo pasan a ser río. Saúl Yurkievich era una de esas voces. Uno de los más eminentes críticos literarios de Hispanoamérica; fue a su vez un poeta ejemplar que mantuvo de forma natural el circuito directo entre crítica y creación. Difícilmente se entenderá su forma de abordar las obras literarias si olvidamos su condición de poeta. Aunque siempre estuvo en el centro de la crítica más exigente y en universidades notables (...), Yurkievich nunca se dejó tragar por el discurso académico y supo abordar la crítica como un lector privilegiado que era consciente de su condición de creador.” Para Claude Esteban, poeta y ensayista francés, “Saúl Yurkievich no se satisface de asistir al derrumbamiento de la materia verbal, la exaspera, provoca en ella con una especie de arrebato, las explosiones y las fracturas, como si importara primero que el andamiaje de la lógica, las estructuras angulosas del concepto se derrumben y se desmoronen, para que de este montón de ruinas nazca una nueva manera de decir, regocijante y amenazadora a la vez, por el vacío, por el exceso, por el tiempo que carcome el espacio."

Foto: Saúl Yurkievich. Fuente: www.pagina12.com.ar